El Hombre en la Tierra
Los primeros pasos
El ser humano ha permanecido en la Tierra cerca de dos millones de años, desde el momento de su origen como ser racional que empezó a emplear los elementos sacados de su hábitat para incorporarlos en su vida cotidiana y ponerlos a su servicio. Según Federico Engels en su ensayo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, fue precisamente el uso continuo de las extremidades superiores en diferentes tareas lo que produjo la evolución del cerebro.
La posición erecta y la capacidad de razonar, fue el resultado de una lenta transformación en la que influyó la curiosidad de los primates, que nos antecedieron; los posteriores avances en materia cultural tuvieron que ver con esa necesidad de búsqueda, nunca encontraba saciados sus requerimientos y siempre se esforzaba por encontrar nuevas y mejores formas de vida.
A raíz de su espíritu investigador, el hombre fue experimentando con diferentes elementos que, a medida que se presentaban más maleables, representaban un adelanto en su carrera hacia el futuro. La comprobación por medio de los instrumentos encontrados en varias excavaciones, del empleo por parte de los primitivos de la roca, en principio, y su ulterior paso a los metales como el hierro y el bronce, fueron los pilares fundamentales para que el arqueólogo danés J. C. Thomsen clasificara en 1820 esos pasos iniciales de los primigenios humanos en tres subdivisiones las Edades de Piedra, Bronce y Hierro.
La Edad de Piedra
La constante de este período, en cuyo tiempo transcurrió la edad Paleolítica y buena parte de la Neolítica, es el empleo de la piedra como materia prima para la fabricación de todas las herramientas y armas. Otras divisiones o etapas se marcan con respecto a la calidad del pulimento que se daba a los objetos manufacturados en roca, así como al tipo de éstos, es decir hachas, punzones, puntas de flecha y arpón, etc.
Se ha establecido que el nacimiento de los primeros homínidos se produjo en África en el comienzo de la Era Glaciar o Pleistoceno. En los primeros años de su permanencia en la Tierra, el hombre vivió al lado de los animales, sin emplear aún en forma concreta las habilidades que poseía. Poco a poco estos seres se fueron dando cuenta de que al recorrer diferentes territorios encontraban nuevos y necesarios alimentos para su manutención, y por ello empezaron a desplazarse hacia Europa y el sur de Asia. El proceso de migración culminó hace aproximadamente doscientos cincuenta mil años, y con él se logró abarcar la mayor parte de las zonas europeas, que no estaban cubiertas por las capas polares del norte. Además, se fueron formando diferentes grupos o clanes que, a su vez, debido a la influencia de los factores externos de cada lugar de asentamiento, dieron origen a muy variadas razas y culturas.
El homo sapiens empezó entonces su reinado en el planeta, estableciéndose principalmente en las regiones frías, además de comer debía pensar en mejores formas de vivienda y vestido. Con el deshielo de las capas polares, producido hace veinte mil años, luego de diez mil de duración, la acelerada evolución encontró un freno. No obstante, el momento culminante de la glaciación coincide con el fin del Paleolítico y el nacimiento del Neolítico, en el que la agricultura pasa a ser fundamental en la vida del hombre prehistórico.
La Edad de los Metales
Es catalogada como la segunda gran división del período Prehistórico y remonta sus orígenes a la parte final del Neolítico, momento en el cual se empiezan a desarrollar las técnicas de extracción y laboreo de metales.
Según el metal que se empleara, se han diferenciado dos formaciones sobresalientes en la Edad de los Metales la del Bronce y la del Hierro, aunque la primera de ellas tiende a subdividirse en una más, la del Cobre. Así, la Edad de Bronce se extendió por la mayor parte del Viejo Mundo hace más o menos seis mil quinientos años, desestabilizando la economía neolítica al incluir en ella el comercio de la aleación cobre-estaño, que, por la limitada explotación de los minerales necesarios para su consecución, cambió de plano el comercio intergrupal, dando origen a la vez a nuevas entidades políticas que se pusieron por encima de la reconocidas ciudades-Estado. La Edad de Hierro, nace en el 2500 a.C., según lo muestran los dos objetos de ese metal descubiertos en Mesopotamia. Todo indica que desde ese momento algunas agrupaciones humanas empezaron a emplear el hierro, descartando en una pequeña proporción el uso del bronce. Esta era parece no haber concluido aún, varios metales y aleaciones han entrado a formar parte del entorno de la sociedad actual, el hierro sigue siendo la base de buena parte de lo que actualmente se manufactura en el mundo.
El período Paleolítico
Este término se emplea para identificar la primera etapa de la historia humana. En algunos lugares de la Tierra esta era perduró por más tiempo que en otros, se puede afirmar que en el reloj cronológico de la permanencia del hombre en el planeta, partiendo desde cuando empezó a utilizar herramientas en su vida cotidiana, el Paleolítico ocupa aproximadamente el 99 por ciento del tiempo recorrido. El conocimiento que en la actualidad se tiene sobre el desarrollo del Paleolítico se basa principalmente en el hallazgo de utensilios, así como de huesos humanos y animales en cuevas, campos y terrazas fluviales alrededor del mundo.
Los hombres paleolíticos se abastecían de alimentos mediante la caza y la recolección. Sus costumbres eran muy similares a las que hoy se pueden observar en los bosquimanos de África del Sur y en los aborígenes australianos. Sus utensilios eran elaborados en piedra especialmente sílex, hueso, madera y cestería, vivían en cuevas y, en algunos casos, en toscas enramadas; empleaban las pieles animales para vestirse. Con respecto a su vida social y religiosa, al parecer tenían creencias vinculadas a lo sobrenatural, así como de magia, expresadas en las pinturas rupestres y en las tumbas tardías que dejaron. El primer segmento del Paleolítico, denominado Inferior, ocupa la mayor parte del Pleistoceno.
En el Paleolítico Medio, se empezaron a implementar lascas de menor tamaño, de formas variadas y con los bordes retocados manifestaciones de esta cultura se han encontrado en las cuevas del centro de Francia, y se asocian con los huesos del hombre de Neanderthal. El Paleolítico Superior, transcurrió más rápidamente que los dos períodos anteriores, trayendo consigo las hojas de cuchillo y el empleo del hueso y el marfil en las puntas de los arpones y las lanzas; en Europa, las pinturas rupestres y las esculturas de bulto dejadas por los hombres de esa época demuestran un impresionante avance en su criterio sobre el mundo que los rodeaba. En la etapa Superior se han identificado cuatro culturas la perigordiense, en la que se observa la aparición de utensilios con mango; la auriñaciense, establecida en Europa Central y Occidental, que en principio parece haberse especializado en hojas pequeñas pero que luego pasó a la manufacturación de buriles y raederas; la solutrense, ubicada en la región que va desde Europa Oriental hasta Francia, cuyos hombres se especializaron en la caza de caballos y en el método de extraer esquirlas de laurel y sauce con presión; y la magdaleniense, la última en originarse, sobre todo en las regiones septentrionales del Viejo Continente y en el sur de Francia, y que vio su fin, al tiempo que el del Paleolítico, con los cambios climáticos que afectaron al planeta en las postrimerías de la era Glaciar.
El paleolítico en África y Asia
La evolución del hombre y su vida cotidiana se modificaba radicalmente de acuerdo con el territorio que lo rodeaba. En África, los primeros humanos se especializaron en la industria lítica, que en algunos casos coincide con las europeas pero que en otros es puramente local.
En Egipto se han encontrado utensilios del tipo Chelense y Achelense, mientras que en África Noroccidental, en lo que hoy es Túnez, el sur del Sahara, Marruecos y Argelia, han aparecido hachas de mano del tipo Achelense, y en excavaciones de menor antigüedad, calificadas según la fauna extraída, instrumentos musterienses. En África del Sur, provenientes del Pleistoceno Inferior y Medio, los utensilios más reconocidos son las hachas de mano y los buriles; en el Pleistoceno Superior, la cultura Furesmith con sus planos de percusión facetados, desplaza a las anteriores.
En la India se han descubierto bastantes herramientas del tipo Achelense, algunas del Chelense y unas pocas muestras provenientes del Paleolítico Superior; en la cueva de Kara Kaman, en el valle de Haiba, en Afganistán, se hallaron muestras de una cultura de hojas de la parte superior del Paleolítico, ubicadas por el carbono 14 en una antigüedad de 34 mil años; al sudoeste de Pekín se encontraron lascas bipolares, hendeduras y desbastadores fabricados hace trescientos sesenta mil años; en China, en la parte noroccidental, y en Hokkaido, Japón, se han descubierto implementos similares a los musterienses de Europa. Las herramientas más arcaicas encontradas en Australia datan de unos 15 mil años atrás; y en Tailandia, Birmania, Java, Borneo, Filipinas e Indochina, los instrumentos reconocidos por los investigadores son básicamente parecidos a los de China.
El Neolítico y la evolución cultural
Lo fundamental del Neolítico se manifiesta en la casi universal implementación de técnicas innovadoras para la producción de alimentos y la fabricación de enseres en cerámica. Todo este nuevo esquema de vida, especialmente en el campo de la agricultura, impulsó al ser humano a dejar su característica nómada para establecerse en un lugar determinado y formar grupos sociales que fueron adquiriendo cada vez mayor estabilidad.
Cuando el hombre se hizo sedentario y se encargó de producir con el cultivo su propio alimento, pudo asegurar una provisión que le permitiría sortear con menores dificultades las temporadas malas, lo que implicó un aumento notable de la población en las zonas ya habitadas y un auge de la colonización en las que aún permanecían vírgenes.
Además, es importante mencionar que al lado de los otros adelantos tuvo gran importancia la domesticación de animales. Al parecer, el primero en acercarse al hombre fue el perro se sumaron paulatinamente el caballo, la oveja, el asno, el cerdo y la cabra, que transformaron en pastor neolítico al cazador paleolítico. El primer cambio fue la pulimentación de la piedra, luego vino la siembra y el pastoreo, y por último la cerámica.
Algunos investigadores han dividido al Neolítico en Precerámico y Cerámico. De la primera etapa se han encontrado restos en un arco que se extiende desde el oeste de Irán hasta el valle del Jordán, en Palestina, pasando por el centro de Mesopotamia y por Siria; del Cerámico se han hallado algunas piezas que lo ubican en las zonas altas de Mesopotamia septentrional, y en la meseta sudoccidental de Anatolia, Irán y Siria, con una antigüedad aproximada de ocho milenios.
En el 6000 a.C. se manifiestan los primeros instrumentos de barro y el laboreo con los metales, al lado de cuyos adelantos se iban produciendo cambios al interior de la psicología de aquel hombre neolítico; el culto a la fertilidad y a algunas otras divinidades se fue haciendo más constante, entre ellos las primeras adoraciones al Sol y a la madre Tierra, que representaban a la mujer y al hombre.
El hombre fósil
Los antropólogos han encontrado hasta ahora unos doscientos cuarenta tipos de individuos provenientes del Pleistoceno. En su mayoría, estos restos iban siendo nombrados de acuerdo con su descubridor o el lugar en donde de habían hallado; finalmente se ha establecido que todos ellos, a excepción del homo hábilis, proveniente del Pleistoceno Inferior, hacen parte de dos especies sucesivas en el proceso de la evolución, el homo erectus y el homo sapiens.
Su diferenciación se ha podido establecer según el tamaño de los arcos superciliares; las cuerdas en la línea sagital de los huesos parietal, occipital y frontal; la dimensión de los dientes y del paladar con relación al cerebro; la medida de la silla turca; la marca dejada por los vasos sanguíneos que recorrían el tramo entre las meninges; y por la capacidad craneana, que en el homo erectus iba de 750 a 1.280 cc mientras que en el homo sapiens se extendía de 1.175 a 1.710 cc. Las especies mencionadas se desarrollaron especialmente en cinco regiones geográficas y, fueron generando diferentes razas. África Subsahárica, África del Norte, Asia Cudoriental e Indonesia, Europa Occidental y Asia Occidental, y China, albergaron a los representantes de los congoides, capoides, australoides, caucasoides y mongoloides. Al parecer toda África al sur del Sahara era negra hasta la llegada de los antecesores bosquimanos.
las excavaciones realizadas en Saldanha Bay (Provincia de El Cabo), Broken Hill (Rhodesia del Norte), Kanjera (Kenia) y Olduvai Gorge (Chelian), todos los pobladores de esa región africana pertenecían al homo erectus y todos eran racialmente negros, congoides.
En África del Norte se han hallado dos cráneos del Pleistoceno Superior, procedentes de Yebel Ighun (Marruecos), tres mandíbulas y dos parietales en Ternifine (Argelia), un maxilar infantil en Tánger y tres mandíbulas más en la costa de Marruecos, todos ellos señalados como capoides por sus huesos faciales superiores planos, su hueso frontal curvo y sus dientes grandes, que se enfrentaban fuertemente al masticar.
en Java. En Java Central otros tres cráneos de pithecanthropus; once cráneos de homo soloensis en las excavaciones de Notopuro en Ngangdong. En cuanto al australoide homo sapiens, un cráneo adolescente hallado en Niah, en el norte de Borneo, data de unos cuarenta mil años; y dos cráneos del final del Pleistoceno Superior, encontrados en Wadjak, en Java, también pertenecen a los sapiens.
Con origen en el Pleistoceno Superior se han descubierto 27 individuos en diferentes excavaciones de Francia, la República Checa, la República Eslava, Israel, Alemania y en las zonas de Servia y Croacia. se han recuperado restos de caucasoides del Paleolítico Superior en cerca de 200 yacimientos de Asia Occidental y Europa.
Todos los cráneos caucasoides pertenecen al homo sapiens, ya que sus estructuras óseas están plenamente desarrolladas, a la par de las de los nativos australianos de la actualidad.
El paso del homo erectus al sapiens, en la raza mongoloide se dio probablemente en el nivel de Shansi o Ting-tsin, en las postrimerías del Pleistoceno Medio o a comienzos del Superior.
El arte en la prehistoria
Para los hombres del Pleistoceno era más bien una forma de acercarse a los mitos creados en torno a la producción agrícola y ganadera, razón por la cual primero se representaron, en el Paleolítico, las dificultades de la caza y luego, en el Neolítico, se inició el culto a los dioses.
Las más destacadas muestras de este arte primigenio se aprecia la continua aparición de animales y de mujeres, estas representativas de la fertilidad. El arte rupestre, cuya mejor muestra se ha encontrado en las cuevas de Altamira, en Cantabria (España), se manifiesta en los grabados y pinturas dejados en las paredes más escondidas de las grutas, los cuales, a pesar de que no perseguían la satisfacción estética, lograron desarrollarla en gran medida. Otro tipo de arte, que al igual que el anterior perseguía fines muy diferentes al artístico, esta vez el culto a los muertos, estableció la construcción de grandes estructuras en piedra que, dependiendo de su lugar de establecimiento, presentan variadas formas y distribuciones espaciales; es este el caso de los menhires, en Bretaña (Francia), que agrupan las tumbas en círculos de hileras.
El ser humano ha permanecido en la Tierra cerca de dos millones de años, desde el momento de su origen como ser racional que empezó a emplear los elementos sacados de su hábitat para incorporarlos en su vida cotidiana y ponerlos a su servicio. Según Federico Engels en su ensayo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, fue precisamente el uso continuo de las extremidades superiores en diferentes tareas lo que produjo la evolución del cerebro.
La posición erecta y la capacidad de razonar, fue el resultado de una lenta transformación en la que influyó la curiosidad de los primates, que nos antecedieron; los posteriores avances en materia cultural tuvieron que ver con esa necesidad de búsqueda, nunca encontraba saciados sus requerimientos y siempre se esforzaba por encontrar nuevas y mejores formas de vida.
A raíz de su espíritu investigador, el hombre fue experimentando con diferentes elementos que, a medida que se presentaban más maleables, representaban un adelanto en su carrera hacia el futuro. La comprobación por medio de los instrumentos encontrados en varias excavaciones, del empleo por parte de los primitivos de la roca, en principio, y su ulterior paso a los metales como el hierro y el bronce, fueron los pilares fundamentales para que el arqueólogo danés J. C. Thomsen clasificara en 1820 esos pasos iniciales de los primigenios humanos en tres subdivisiones las Edades de Piedra, Bronce y Hierro.
La Edad de Piedra
La constante de este período, en cuyo tiempo transcurrió la edad Paleolítica y buena parte de la Neolítica, es el empleo de la piedra como materia prima para la fabricación de todas las herramientas y armas. Otras divisiones o etapas se marcan con respecto a la calidad del pulimento que se daba a los objetos manufacturados en roca, así como al tipo de éstos, es decir hachas, punzones, puntas de flecha y arpón, etc.
Se ha establecido que el nacimiento de los primeros homínidos se produjo en África en el comienzo de la Era Glaciar o Pleistoceno. En los primeros años de su permanencia en la Tierra, el hombre vivió al lado de los animales, sin emplear aún en forma concreta las habilidades que poseía. Poco a poco estos seres se fueron dando cuenta de que al recorrer diferentes territorios encontraban nuevos y necesarios alimentos para su manutención, y por ello empezaron a desplazarse hacia Europa y el sur de Asia. El proceso de migración culminó hace aproximadamente doscientos cincuenta mil años, y con él se logró abarcar la mayor parte de las zonas europeas, que no estaban cubiertas por las capas polares del norte. Además, se fueron formando diferentes grupos o clanes que, a su vez, debido a la influencia de los factores externos de cada lugar de asentamiento, dieron origen a muy variadas razas y culturas.
El homo sapiens empezó entonces su reinado en el planeta, estableciéndose principalmente en las regiones frías, además de comer debía pensar en mejores formas de vivienda y vestido. Con el deshielo de las capas polares, producido hace veinte mil años, luego de diez mil de duración, la acelerada evolución encontró un freno. No obstante, el momento culminante de la glaciación coincide con el fin del Paleolítico y el nacimiento del Neolítico, en el que la agricultura pasa a ser fundamental en la vida del hombre prehistórico.
La Edad de los Metales
Es catalogada como la segunda gran división del período Prehistórico y remonta sus orígenes a la parte final del Neolítico, momento en el cual se empiezan a desarrollar las técnicas de extracción y laboreo de metales.
Según el metal que se empleara, se han diferenciado dos formaciones sobresalientes en la Edad de los Metales la del Bronce y la del Hierro, aunque la primera de ellas tiende a subdividirse en una más, la del Cobre. Así, la Edad de Bronce se extendió por la mayor parte del Viejo Mundo hace más o menos seis mil quinientos años, desestabilizando la economía neolítica al incluir en ella el comercio de la aleación cobre-estaño, que, por la limitada explotación de los minerales necesarios para su consecución, cambió de plano el comercio intergrupal, dando origen a la vez a nuevas entidades políticas que se pusieron por encima de la reconocidas ciudades-Estado. La Edad de Hierro, nace en el 2500 a.C., según lo muestran los dos objetos de ese metal descubiertos en Mesopotamia. Todo indica que desde ese momento algunas agrupaciones humanas empezaron a emplear el hierro, descartando en una pequeña proporción el uso del bronce. Esta era parece no haber concluido aún, varios metales y aleaciones han entrado a formar parte del entorno de la sociedad actual, el hierro sigue siendo la base de buena parte de lo que actualmente se manufactura en el mundo.
El período Paleolítico
Este término se emplea para identificar la primera etapa de la historia humana. En algunos lugares de la Tierra esta era perduró por más tiempo que en otros, se puede afirmar que en el reloj cronológico de la permanencia del hombre en el planeta, partiendo desde cuando empezó a utilizar herramientas en su vida cotidiana, el Paleolítico ocupa aproximadamente el 99 por ciento del tiempo recorrido. El conocimiento que en la actualidad se tiene sobre el desarrollo del Paleolítico se basa principalmente en el hallazgo de utensilios, así como de huesos humanos y animales en cuevas, campos y terrazas fluviales alrededor del mundo.
Los hombres paleolíticos se abastecían de alimentos mediante la caza y la recolección. Sus costumbres eran muy similares a las que hoy se pueden observar en los bosquimanos de África del Sur y en los aborígenes australianos. Sus utensilios eran elaborados en piedra especialmente sílex, hueso, madera y cestería, vivían en cuevas y, en algunos casos, en toscas enramadas; empleaban las pieles animales para vestirse. Con respecto a su vida social y religiosa, al parecer tenían creencias vinculadas a lo sobrenatural, así como de magia, expresadas en las pinturas rupestres y en las tumbas tardías que dejaron. El primer segmento del Paleolítico, denominado Inferior, ocupa la mayor parte del Pleistoceno.
En el Paleolítico Medio, se empezaron a implementar lascas de menor tamaño, de formas variadas y con los bordes retocados manifestaciones de esta cultura se han encontrado en las cuevas del centro de Francia, y se asocian con los huesos del hombre de Neanderthal. El Paleolítico Superior, transcurrió más rápidamente que los dos períodos anteriores, trayendo consigo las hojas de cuchillo y el empleo del hueso y el marfil en las puntas de los arpones y las lanzas; en Europa, las pinturas rupestres y las esculturas de bulto dejadas por los hombres de esa época demuestran un impresionante avance en su criterio sobre el mundo que los rodeaba. En la etapa Superior se han identificado cuatro culturas la perigordiense, en la que se observa la aparición de utensilios con mango; la auriñaciense, establecida en Europa Central y Occidental, que en principio parece haberse especializado en hojas pequeñas pero que luego pasó a la manufacturación de buriles y raederas; la solutrense, ubicada en la región que va desde Europa Oriental hasta Francia, cuyos hombres se especializaron en la caza de caballos y en el método de extraer esquirlas de laurel y sauce con presión; y la magdaleniense, la última en originarse, sobre todo en las regiones septentrionales del Viejo Continente y en el sur de Francia, y que vio su fin, al tiempo que el del Paleolítico, con los cambios climáticos que afectaron al planeta en las postrimerías de la era Glaciar.
El paleolítico en África y Asia
La evolución del hombre y su vida cotidiana se modificaba radicalmente de acuerdo con el territorio que lo rodeaba. En África, los primeros humanos se especializaron en la industria lítica, que en algunos casos coincide con las europeas pero que en otros es puramente local.
En Egipto se han encontrado utensilios del tipo Chelense y Achelense, mientras que en África Noroccidental, en lo que hoy es Túnez, el sur del Sahara, Marruecos y Argelia, han aparecido hachas de mano del tipo Achelense, y en excavaciones de menor antigüedad, calificadas según la fauna extraída, instrumentos musterienses. En África del Sur, provenientes del Pleistoceno Inferior y Medio, los utensilios más reconocidos son las hachas de mano y los buriles; en el Pleistoceno Superior, la cultura Furesmith con sus planos de percusión facetados, desplaza a las anteriores.
En la India se han descubierto bastantes herramientas del tipo Achelense, algunas del Chelense y unas pocas muestras provenientes del Paleolítico Superior; en la cueva de Kara Kaman, en el valle de Haiba, en Afganistán, se hallaron muestras de una cultura de hojas de la parte superior del Paleolítico, ubicadas por el carbono 14 en una antigüedad de 34 mil años; al sudoeste de Pekín se encontraron lascas bipolares, hendeduras y desbastadores fabricados hace trescientos sesenta mil años; en China, en la parte noroccidental, y en Hokkaido, Japón, se han descubierto implementos similares a los musterienses de Europa. Las herramientas más arcaicas encontradas en Australia datan de unos 15 mil años atrás; y en Tailandia, Birmania, Java, Borneo, Filipinas e Indochina, los instrumentos reconocidos por los investigadores son básicamente parecidos a los de China.
El Neolítico y la evolución cultural
Lo fundamental del Neolítico se manifiesta en la casi universal implementación de técnicas innovadoras para la producción de alimentos y la fabricación de enseres en cerámica. Todo este nuevo esquema de vida, especialmente en el campo de la agricultura, impulsó al ser humano a dejar su característica nómada para establecerse en un lugar determinado y formar grupos sociales que fueron adquiriendo cada vez mayor estabilidad.
Cuando el hombre se hizo sedentario y se encargó de producir con el cultivo su propio alimento, pudo asegurar una provisión que le permitiría sortear con menores dificultades las temporadas malas, lo que implicó un aumento notable de la población en las zonas ya habitadas y un auge de la colonización en las que aún permanecían vírgenes.
Además, es importante mencionar que al lado de los otros adelantos tuvo gran importancia la domesticación de animales. Al parecer, el primero en acercarse al hombre fue el perro se sumaron paulatinamente el caballo, la oveja, el asno, el cerdo y la cabra, que transformaron en pastor neolítico al cazador paleolítico. El primer cambio fue la pulimentación de la piedra, luego vino la siembra y el pastoreo, y por último la cerámica.
Algunos investigadores han dividido al Neolítico en Precerámico y Cerámico. De la primera etapa se han encontrado restos en un arco que se extiende desde el oeste de Irán hasta el valle del Jordán, en Palestina, pasando por el centro de Mesopotamia y por Siria; del Cerámico se han hallado algunas piezas que lo ubican en las zonas altas de Mesopotamia septentrional, y en la meseta sudoccidental de Anatolia, Irán y Siria, con una antigüedad aproximada de ocho milenios.
En el 6000 a.C. se manifiestan los primeros instrumentos de barro y el laboreo con los metales, al lado de cuyos adelantos se iban produciendo cambios al interior de la psicología de aquel hombre neolítico; el culto a la fertilidad y a algunas otras divinidades se fue haciendo más constante, entre ellos las primeras adoraciones al Sol y a la madre Tierra, que representaban a la mujer y al hombre.
El hombre fósil
Los antropólogos han encontrado hasta ahora unos doscientos cuarenta tipos de individuos provenientes del Pleistoceno. En su mayoría, estos restos iban siendo nombrados de acuerdo con su descubridor o el lugar en donde de habían hallado; finalmente se ha establecido que todos ellos, a excepción del homo hábilis, proveniente del Pleistoceno Inferior, hacen parte de dos especies sucesivas en el proceso de la evolución, el homo erectus y el homo sapiens.
Su diferenciación se ha podido establecer según el tamaño de los arcos superciliares; las cuerdas en la línea sagital de los huesos parietal, occipital y frontal; la dimensión de los dientes y del paladar con relación al cerebro; la medida de la silla turca; la marca dejada por los vasos sanguíneos que recorrían el tramo entre las meninges; y por la capacidad craneana, que en el homo erectus iba de 750 a 1.280 cc mientras que en el homo sapiens se extendía de 1.175 a 1.710 cc. Las especies mencionadas se desarrollaron especialmente en cinco regiones geográficas y, fueron generando diferentes razas. África Subsahárica, África del Norte, Asia Cudoriental e Indonesia, Europa Occidental y Asia Occidental, y China, albergaron a los representantes de los congoides, capoides, australoides, caucasoides y mongoloides. Al parecer toda África al sur del Sahara era negra hasta la llegada de los antecesores bosquimanos.
las excavaciones realizadas en Saldanha Bay (Provincia de El Cabo), Broken Hill (Rhodesia del Norte), Kanjera (Kenia) y Olduvai Gorge (Chelian), todos los pobladores de esa región africana pertenecían al homo erectus y todos eran racialmente negros, congoides.
En África del Norte se han hallado dos cráneos del Pleistoceno Superior, procedentes de Yebel Ighun (Marruecos), tres mandíbulas y dos parietales en Ternifine (Argelia), un maxilar infantil en Tánger y tres mandíbulas más en la costa de Marruecos, todos ellos señalados como capoides por sus huesos faciales superiores planos, su hueso frontal curvo y sus dientes grandes, que se enfrentaban fuertemente al masticar.
en Java. En Java Central otros tres cráneos de pithecanthropus; once cráneos de homo soloensis en las excavaciones de Notopuro en Ngangdong. En cuanto al australoide homo sapiens, un cráneo adolescente hallado en Niah, en el norte de Borneo, data de unos cuarenta mil años; y dos cráneos del final del Pleistoceno Superior, encontrados en Wadjak, en Java, también pertenecen a los sapiens.
Con origen en el Pleistoceno Superior se han descubierto 27 individuos en diferentes excavaciones de Francia, la República Checa, la República Eslava, Israel, Alemania y en las zonas de Servia y Croacia. se han recuperado restos de caucasoides del Paleolítico Superior en cerca de 200 yacimientos de Asia Occidental y Europa.
Todos los cráneos caucasoides pertenecen al homo sapiens, ya que sus estructuras óseas están plenamente desarrolladas, a la par de las de los nativos australianos de la actualidad.
El paso del homo erectus al sapiens, en la raza mongoloide se dio probablemente en el nivel de Shansi o Ting-tsin, en las postrimerías del Pleistoceno Medio o a comienzos del Superior.
El arte en la prehistoria
Para los hombres del Pleistoceno era más bien una forma de acercarse a los mitos creados en torno a la producción agrícola y ganadera, razón por la cual primero se representaron, en el Paleolítico, las dificultades de la caza y luego, en el Neolítico, se inició el culto a los dioses.
Las más destacadas muestras de este arte primigenio se aprecia la continua aparición de animales y de mujeres, estas representativas de la fertilidad. El arte rupestre, cuya mejor muestra se ha encontrado en las cuevas de Altamira, en Cantabria (España), se manifiesta en los grabados y pinturas dejados en las paredes más escondidas de las grutas, los cuales, a pesar de que no perseguían la satisfacción estética, lograron desarrollarla en gran medida. Otro tipo de arte, que al igual que el anterior perseguía fines muy diferentes al artístico, esta vez el culto a los muertos, estableció la construcción de grandes estructuras en piedra que, dependiendo de su lugar de establecimiento, presentan variadas formas y distribuciones espaciales; es este el caso de los menhires, en Bretaña (Francia), que agrupan las tumbas en círculos de hileras.