Los Primeros Americanos
El poblamiento americano
A raíz de los viajes de Colón, los europeos sienten la necesidad de desenmarañar la genealogía de los indígenas, y para ello se basan tanto en instrumentos científicos como en los más diversos argumentos místicos y mitológicos, como el de la Atlántida.
1926, por primera vez en suelo americano, se da con algunos rastros de piedra sílex al lado de restos de bisonte, lo que demuestra el origen prehistórico de las culturas del Nuevo Mundo. Con anterioridad a estas excavaciones, otras teorías fueron esbozadas por diferentes investigadores, entre ellos el destacado paleontólogo argentino Florentino Ameghino, quien en 1880 creyó descubrir la cuna de la humanidad en la pampa de su país. Según Ameghino, sus trabajos habían topado fósiles que pertenecían a humanos de 70 millones de años atrás; esta tesis fue abolida, el examen de los hallazgos del argentino concluyó que pertenecían al homo sapiens y que no ostentaban la antigüedad que se les atribuyó en un comienzo.
la argumentación más plausible al tiempo que la más aceptada, es la de Paul Rivet acerca del origen multirracial. Rivet asegura que el poblamiento americano se da con la llegada de cuatro tipos raciales malayo-polinesio, australiano, esquimal y mongol. Las migraciones más numerosas habrían sido las del elemento asiático, las de los mongoles y esquimales, que debieron seguir el estrecho de Bering; el elemento australoide, asentado en el sur del continente, pudo llegar, según el portugués Méndez Correa, por la vía de la Antártida; y el ma-layo, polinesio, debido a su gran adelanto en la navegación, habría utilizado el océano Pacífico como vía de arribo a América.
Los fósiles de América
El estudio que paleontólogos, antropólogos y demás investigadores han desarrollado en tierras americanas en busca de los restos de hombres prehistóricos han dado como resultado un buen número de hallazgos fósiles. Es éste el caso del Minnesota Man, descubierto en 1931, cuyo nombre se generalizó pese a tratarse de un esqueleto de mujer, al parecer, pertenece a un homo sapiens de caracteres mongoloides muerto en el Pleistoceno Superior. En 1933, también en Minnesota, fue desenterrado el Brown Valley Man, cuya antigüedad ha sido controvertida, algunos afirman que se remonta a unos 11 mil años, otros aseguran que pertenece al período postglaciar. En Melbourne, Florida, en 1926, se encontraron fósiles humanos que al ser sometidos a la prueba de la fluorina revelaron pertenecer a la época del Pleistoceno; en 1943, A. Castellanos reportó el descubrimiento de algunos restos infantiles en la cueva de Candonga, en la provincia de Córdoba (Argentina), cuyo origen parece acercarse a la última glaciación; el esqueleto femenino de Midland, Texas, hallado en 1953, ha reportado a partir de los estudios con uranio una edad de 15 mil años; en igual forma, entre 1933 y 1937, en la región de Lagoa Santa, en Brasil, se encontró un esqueleto adulto a una profundidad de dos metros, cubierto por una capa estalagmítica que daba fe de su antigüedad, ya que al parecer data de finales del Pleistoceno.
De todos modos, la información recolectada ha concluido que, el establecimiento del hombre en América no es tan reciente como se pensó, tampoco puede ubicarse muy adentro del Pleistoceno.
El prehistórico hombre americano
Los primeros homínidos que llegaron a América fueron los depredadores, cuyas herramientas estaban sin duda fabricadas en piedra y a partir de la talla. Estos hombres se especializaban en la caza, por lo que se deduce que su llegada al Nuevo Continente pudo darse en alguna de las constantes persecuciones que aquéllos realizaban en pos de los grandes rebaños.
Entre los siglos XV y XII a.C., se pueden ubicar el inicio de las culturas líticas americanas, así como las primeras manifestaciones de acomodamiento al nuevo entorno. Todo esto se concluye de la observación de las puntas de flecha encontradas en los yacimientos fósiles; las puntas del género Sandía eran empleadas para la caza del mamut, mientras que las de los tipos Folsom y Clovis se utilizaban para abatir especies de menor envergadura como el caballo y el bisonte. Es claro que en los litorales Pacífico y Atlántico de América fue común la extracción de mariscos para el consumo humano, de lo cual se han descubierto pruebas en excavaciones realizadas al norte de Chile, California, Florida, el sur de Brasil y Perú; otras muestras seguramente han sido cubiertas por las aguas oceánicas en su constante avance sobre las costas continentales. En la actualidad, en las selvas ecuatoriales de Sur América, algunas tribus conservan costumbres cotidianas en la vida de los hombres prehistóricos. Es el caso de los nukak makus, en el Amazonas colombiano, quienes viven desnudos, comen micos y gusanos, y aprovechan su entorno sin deteriorarlo. No obstante, los nukak han afrontado serios problemas en los últimos años debido al embate de los colonos, lo que ocasiona que su etnia esté a punto de desaparecer.
Nacimiento de la agricultura
Durante la mayor parte de su vida en América, los hombres prehistóricos fueron nómadas, la caza y la recolección de frutos eran las faenas más comunes.
En Tamaulipas (México), en fechas que rondan el año 2500 a.C., se ha logrado establecer la existencia de una cultura que se desarrolló a partir de una economía mixta en el cañón del Infiernillo, en una comunidad urbana que existió entre el 7.500 y el 5.600 a.C., que se abastecían de chile, calabaza y frijol pero no de maíz.
En Tehuacán, Puebla (México), el profesor Macneis asegura haber encontrado rastros de agricultura prehistórica en fósiles que datan del año 5900 a.C. Y en la cordillera de los Andes, los núcleos sociales de Prieta, Huaca, Nasca, Chilca y Pracas, entre otros, dan muestras de haber sido suelo de cultivo hace unos 6.700 años.
En lugares como Colombia y Venezuela, los productos cultivados, especialmente el maíz y la mandioca, fueron la más importante fuente alimentaria a partir del 2000 a.C.
El maíz y la mandioca ya se empezaban a introducir como parte de los elementos esenciales para la manutención de las tribus. En la costa peruana, en el 3000 a.C., se establecieron pequeños clanes en los que la pesca de mariscos representaba la parte fundamental de su laboreo, la producción de habichuela y calabaza era también habitual. Mientras algunas comunidades establecidas en la Tierra del Fuego eran básicamente recolectoras, otras, asentadas en la cuenca del río Paraná y en el norte chileno, se proveían en gran medida de su alimento a partir del cultivo de diferentes plantas.
El mundo de la prehistoria americana
Algunos investigadores afirman que buena parte de las civilizaciones precolombinas deben sus adelantos agrícolas y pecuarios a sus contactos fortuitos con el Viejo Mundo. Se ha comprobado en diversas formas que la extensa variedad de plantas calabaza, maíz, papa, yuca, quichua, maní, cacao, ají, piña, mamey, papaya, guanábana, palo santo, vainilla, guayabo, yerba mate, quina, coca y tabaco, entre otras—, sembradas en América antes de 1492, son autóctonas de ese territorio. En el caso de la metalurgia, toda querella queda sin piso con el empleo que los indoamericanos daban al platino, el mismo que se desconocía en Europa hasta cuando fue llevado por Antonio de Ulloa en 1739.
Es claro que los aborígenes americanos utilizaron varios elementos venidos de otros pueblos radicados fuera de su continente, incluso antes de la llegada de Colón, como se ha comprobado, pero también es cierto el invento del cero, el calendario, la manufactura del papel, etc., no atribuibles a contactos con culturas foráneas, pues del desarrollo de estas y otras técnicas e insumos en el Nuevo Mundo hay suficientes pruebas.
A raíz de los viajes de Colón, los europeos sienten la necesidad de desenmarañar la genealogía de los indígenas, y para ello se basan tanto en instrumentos científicos como en los más diversos argumentos místicos y mitológicos, como el de la Atlántida.
1926, por primera vez en suelo americano, se da con algunos rastros de piedra sílex al lado de restos de bisonte, lo que demuestra el origen prehistórico de las culturas del Nuevo Mundo. Con anterioridad a estas excavaciones, otras teorías fueron esbozadas por diferentes investigadores, entre ellos el destacado paleontólogo argentino Florentino Ameghino, quien en 1880 creyó descubrir la cuna de la humanidad en la pampa de su país. Según Ameghino, sus trabajos habían topado fósiles que pertenecían a humanos de 70 millones de años atrás; esta tesis fue abolida, el examen de los hallazgos del argentino concluyó que pertenecían al homo sapiens y que no ostentaban la antigüedad que se les atribuyó en un comienzo.
la argumentación más plausible al tiempo que la más aceptada, es la de Paul Rivet acerca del origen multirracial. Rivet asegura que el poblamiento americano se da con la llegada de cuatro tipos raciales malayo-polinesio, australiano, esquimal y mongol. Las migraciones más numerosas habrían sido las del elemento asiático, las de los mongoles y esquimales, que debieron seguir el estrecho de Bering; el elemento australoide, asentado en el sur del continente, pudo llegar, según el portugués Méndez Correa, por la vía de la Antártida; y el ma-layo, polinesio, debido a su gran adelanto en la navegación, habría utilizado el océano Pacífico como vía de arribo a América.
Los fósiles de América
El estudio que paleontólogos, antropólogos y demás investigadores han desarrollado en tierras americanas en busca de los restos de hombres prehistóricos han dado como resultado un buen número de hallazgos fósiles. Es éste el caso del Minnesota Man, descubierto en 1931, cuyo nombre se generalizó pese a tratarse de un esqueleto de mujer, al parecer, pertenece a un homo sapiens de caracteres mongoloides muerto en el Pleistoceno Superior. En 1933, también en Minnesota, fue desenterrado el Brown Valley Man, cuya antigüedad ha sido controvertida, algunos afirman que se remonta a unos 11 mil años, otros aseguran que pertenece al período postglaciar. En Melbourne, Florida, en 1926, se encontraron fósiles humanos que al ser sometidos a la prueba de la fluorina revelaron pertenecer a la época del Pleistoceno; en 1943, A. Castellanos reportó el descubrimiento de algunos restos infantiles en la cueva de Candonga, en la provincia de Córdoba (Argentina), cuyo origen parece acercarse a la última glaciación; el esqueleto femenino de Midland, Texas, hallado en 1953, ha reportado a partir de los estudios con uranio una edad de 15 mil años; en igual forma, entre 1933 y 1937, en la región de Lagoa Santa, en Brasil, se encontró un esqueleto adulto a una profundidad de dos metros, cubierto por una capa estalagmítica que daba fe de su antigüedad, ya que al parecer data de finales del Pleistoceno.
De todos modos, la información recolectada ha concluido que, el establecimiento del hombre en América no es tan reciente como se pensó, tampoco puede ubicarse muy adentro del Pleistoceno.
El prehistórico hombre americano
Los primeros homínidos que llegaron a América fueron los depredadores, cuyas herramientas estaban sin duda fabricadas en piedra y a partir de la talla. Estos hombres se especializaban en la caza, por lo que se deduce que su llegada al Nuevo Continente pudo darse en alguna de las constantes persecuciones que aquéllos realizaban en pos de los grandes rebaños.
Entre los siglos XV y XII a.C., se pueden ubicar el inicio de las culturas líticas americanas, así como las primeras manifestaciones de acomodamiento al nuevo entorno. Todo esto se concluye de la observación de las puntas de flecha encontradas en los yacimientos fósiles; las puntas del género Sandía eran empleadas para la caza del mamut, mientras que las de los tipos Folsom y Clovis se utilizaban para abatir especies de menor envergadura como el caballo y el bisonte. Es claro que en los litorales Pacífico y Atlántico de América fue común la extracción de mariscos para el consumo humano, de lo cual se han descubierto pruebas en excavaciones realizadas al norte de Chile, California, Florida, el sur de Brasil y Perú; otras muestras seguramente han sido cubiertas por las aguas oceánicas en su constante avance sobre las costas continentales. En la actualidad, en las selvas ecuatoriales de Sur América, algunas tribus conservan costumbres cotidianas en la vida de los hombres prehistóricos. Es el caso de los nukak makus, en el Amazonas colombiano, quienes viven desnudos, comen micos y gusanos, y aprovechan su entorno sin deteriorarlo. No obstante, los nukak han afrontado serios problemas en los últimos años debido al embate de los colonos, lo que ocasiona que su etnia esté a punto de desaparecer.
Nacimiento de la agricultura
Durante la mayor parte de su vida en América, los hombres prehistóricos fueron nómadas, la caza y la recolección de frutos eran las faenas más comunes.
En Tamaulipas (México), en fechas que rondan el año 2500 a.C., se ha logrado establecer la existencia de una cultura que se desarrolló a partir de una economía mixta en el cañón del Infiernillo, en una comunidad urbana que existió entre el 7.500 y el 5.600 a.C., que se abastecían de chile, calabaza y frijol pero no de maíz.
En Tehuacán, Puebla (México), el profesor Macneis asegura haber encontrado rastros de agricultura prehistórica en fósiles que datan del año 5900 a.C. Y en la cordillera de los Andes, los núcleos sociales de Prieta, Huaca, Nasca, Chilca y Pracas, entre otros, dan muestras de haber sido suelo de cultivo hace unos 6.700 años.
En lugares como Colombia y Venezuela, los productos cultivados, especialmente el maíz y la mandioca, fueron la más importante fuente alimentaria a partir del 2000 a.C.
El maíz y la mandioca ya se empezaban a introducir como parte de los elementos esenciales para la manutención de las tribus. En la costa peruana, en el 3000 a.C., se establecieron pequeños clanes en los que la pesca de mariscos representaba la parte fundamental de su laboreo, la producción de habichuela y calabaza era también habitual. Mientras algunas comunidades establecidas en la Tierra del Fuego eran básicamente recolectoras, otras, asentadas en la cuenca del río Paraná y en el norte chileno, se proveían en gran medida de su alimento a partir del cultivo de diferentes plantas.
El mundo de la prehistoria americana
Algunos investigadores afirman que buena parte de las civilizaciones precolombinas deben sus adelantos agrícolas y pecuarios a sus contactos fortuitos con el Viejo Mundo. Se ha comprobado en diversas formas que la extensa variedad de plantas calabaza, maíz, papa, yuca, quichua, maní, cacao, ají, piña, mamey, papaya, guanábana, palo santo, vainilla, guayabo, yerba mate, quina, coca y tabaco, entre otras—, sembradas en América antes de 1492, son autóctonas de ese territorio. En el caso de la metalurgia, toda querella queda sin piso con el empleo que los indoamericanos daban al platino, el mismo que se desconocía en Europa hasta cuando fue llevado por Antonio de Ulloa en 1739.
Es claro que los aborígenes americanos utilizaron varios elementos venidos de otros pueblos radicados fuera de su continente, incluso antes de la llegada de Colón, como se ha comprobado, pero también es cierto el invento del cero, el calendario, la manufactura del papel, etc., no atribuibles a contactos con culturas foráneas, pues del desarrollo de estas y otras técnicas e insumos en el Nuevo Mundo hay suficientes pruebas.